sábado, diciembre 24

* HIJOS DEL PUDOR * (III)


Vuelvo mi mente al presente, cuando siento que alguien me toca la espalda; volteo y me doy con la sorpresa de que es Sara,

- Mati, -hace un silencio corto -¿Qué haces aquí?- me pregunta con la duda exagerada que se espero adjuntársele a las preguntas en el momento en que se inventaron -Hace tiempo que no te veía....

- Hola, si estuve de viaje –trato de evadir a la pregunta y me invento una mentira- me fui a Puno con un amigo que…

- No me digas, que bueno, a mi me encanta Puno, aunque siendo más específica amo el lago, con sólo observarlo tengo material para pintar;- otro silencio corto- y ¿Qué haces aquí?- pregunta de nuevo, ella sabe de lo mío con Bernardo porque yo le contaba todo cuando estábamos en el instituto, ella era mi confidente en esos días, ahora la veo más como una amigable desconocida- viste quien acaba de hablar.

- No, es que acabo de llegar-miento, de nuevo- hace poco llegué y cuando fui a una librería vi el afiche que decía sobre la presentación del libro, que ¿Quién estuvo hablando?

- No un amigo, pensé que lo conocías- veo que se creyó mi mentira- pero nada no es nadie, que ¿Qué harás más tarde?,  iremos con Luna y Brandom, los del instituto, a tomar algo, ¿Te apuntas?

- Sí, digo sin pensar en Bernardo- dime en dónde y a qué hora y yo estaré allí.

- Iremos a algún bar del centro, quedamos vernos a las diez en la plaza, me llamas si no nos encuentras.

- Sí, genial, eh –sigo sin pensar en Bernardo- apenas me desocupe voy.

-Bueno, nos vemos, chao- me da un beso en la mejilla, y yo siento que no sólo fue un beso de despedida, fue un beso de extraños pero con compasión, fue un beso pensado- me llamas no te olvides.

-No te preocupes.

La veo irse, estaba con un vestido azul oscuro muy elegante, y que le quedaba pegado, pegadísimo, dejando ver su cintura, dibujándole un culo enorme, aún siendo gay, y sabiéndolo desde pequeño, hay algo que me pasa con las mujeres, o mejor dicho con algunas mujeres, y es que a veces me siento atraído, sea por cómo las veo en ese momento, tal y como se quisiera ver a ese alguien con quien quieres estar; o por su cuerpo, me erecto cual macho en celo cuando veo sus culos, sus pechos, y no soy contradictorio, aunque quisiera no puedo negar que hubieron noches en que no podía sacarme sus cuerpos de mi mente, y caía en mi muy practicada masturbación.

Sara, mi antigua amiga que conocí en el instituto en el que cursaba artes, estaba enamorada de mí, pues yo me mostré desnudo ante ella, le contaba todo lo que sé sobre mí, y siempre me comportaba como la sociedad espera que un hombre se comporte con una dama, no era de los que seguían el tonto e hipócrita manual de normas para ser un puto caballero, pero ella sabía que nunca defraudaría sus expectativas siendo un hombre; y no la juzgo, pues hoy reconozco que yo también tuve dudas en el momento, y viví un tiempo creyendo que podía existir la posibilidad de tener una relación que vaya más allá de la amistad con una mujer.

Ella desaparece del salón, y yo volteo de nuevo al sentir a las “señoras”, decir algo; pero esta vez no hablaban de mí, - que cada vez que tomo agua helada, en mi garganta tengo la sensación de ahogarme,  sólo le pido a dios que no me suceda nada-, y yo pienso dentro de mí -ojalá y te atragantaras en este momento vieja puta y no venga tu dios a salvarte-, sonrío de momento y al cabo de un rato, de estar parado sin hablar con nadie decido irme; desde que conversé con Sara, Bernardo se borró de mi cabeza.

miércoles, diciembre 7

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Todavía no terminan las clases, pero no doy más.




—¡He vivido poco!
                  ¡Me he cansado mucho! J.S.CH.